16 de Noviembre de 2016
S. Grados, Leganés

EVALUACIÓN SEMINARIO OPEN DATA

Una vez repasando el contenido del seminario impartido el día 16 del presente mes de noviembre he considerado hacer al respecto las siguientes reflexiones.
Las ventajas “técnicas” de usar dichos aplicaciones de investigación son incuestionables. Facilitar el tránsito de los conocimientos a terceros así como ampliar las posibilidades del investigador de exponer sus trabajos puede enriquecer notablemente la labor investigadora. Sin embargo, también creo que puede tener su lado negativo.
Básicamente, son dos los aspectos cuestionables en la nueva dinámica que exige la Unión Europea en materia de investigación. Por un lado, el complejo sistema de ordenar, clasificar y citar los datos de la investigación hasta que se domina, puede llevar más tiempo que encontrar la propia información, o cuando menos exige dedicar un tiempo añadido a las tareas de investigación. Esto es un inconveniente, teniendo en cuenta que es precisamente el tiempo el “mayor enemigo del investigador”. Aunque se destaquen las innumerables ventajas de tan revolucionario sistema de ordenación de datos es incuestionable que el mismo exige tiempo, un tiempo que muchas veces no se tiene.
Y, por otro lado, me llamó la atención la expresión “atribución e impacto”. La idea de causar “más atención”, o impacto en los receptores de información a mi juicio puede ser un arma de doble filo; es decir, si el objetivo es causar mayor impresión para ganar prestigio personal no es menos cierto que la calidad de la investigación puede perder calidad. Sobre este tema he accedido a un interesante artículo del poeta, matemático, ensayista y politólogo Jorge Riechmann no exento de razones.
En dicho artículo se expresa de la siguiente forma el autor: “Cada día el investigador se enfrenta a una continua lucha contra el tiempo”. Se invierten incontables horas en burocracia; el nivel de exigencia es máximo; se trabaja con la presión de lograr un nuevo proyecto de investigación; publicar nuevos artículos en una revista posicionada y mejorar el índice de “impacto”.
El correo funciona para el investigador 24 horas. Muchos jóvenes pasan años con becas o sueldos precarios lo que genera en ellos una gran incertidumbre profesional, mientras se exige dedicación completa y nivel de excelencia.
En sintonía con la exposición del autor, yo también apuesto por una universidad con otro ritmo, lo que se llama “Slow Academia”, o lo que sería lo mismo, investigar desde la armonía.
Pienso que cobra notable sentido lo que manifestó cierto científico no hace mucho tiempo:
¡Con el trabajo que tenemos, ponernos a pensar es un lujo que no podemos permitirnos!
Yo planteo la siguiente cuestión, ¿es esta la investigación que queremos? Yo tengo mis dudas y en este foro las dejo. Me encuentro en el llamado grupo de los escépticos, probablemente por cuestiones de edad, planteo cierta resistencia a los cambios y no puedo evitar mirar con escepticismo las novedades al respecto.
La eficacia de estas herramientas no puede ocultar la mercantilización que subyace tras ellas. Todo en nuestra sociedad está expuesto a la misma dinámica de tensión y estrés, el objetivo es generar competitividad. Pero ¿con que fines? ¿Será que quien mejor domine las tecnologías puestas al servicio de la reorganización y tráfico de datos tendrá posibilidad de causar mayor impacto en sus publicaciones que aquel que no las domina tanto? ¿Mayor impacto debe ser sinónimo de mayor calidad en la investigación? En definitiva, todo esto me ha generado numerosos interrogantes y dudas.

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